LA CÍTARA, UN INSTRUMENTO DIVINO
Así pues, Aristóteles en Política, V, 6 dice:"no se emplearán en la educación el aulós ni otro instrumento técnico como la cítara".
La cítara se tocaba con las manos, aunque en la mano derecha se solía utilizar un plectro. Sobre este dato, Ovidio, Ars Amatoria, III, 319-320 afirma:"que una joven educada según mi norma, no ignore sujetar el plectro con su diestra y mantener la cítara con la izquierda".
La historia nos ha legado el nombre de varios citaristas, que ganaron diferentes certámenes como Frinis de Mitilene, Terpno y Menécrates. Pero no sólo han pasado a la historia citaristas célebres, sino también algún aficionado a dicho instrumento como Nerón.
Gracias al escritor romano Suetonio sabemos que Nerón era un gran amante de la cítara y que obsequiaba a sus invitados con sus cantos, considerados por él melodiosos y armónicos, aunque la opinión de los receptores, la mayoría de las veces, no coincidía con la del emperador.
El historiador nos narra en De duodecim Caesarum, XXIII, una anécdota interesante: "no estaba permitido abandonar el teatro cuando cantaba Nerón, ni tan siquiera ante las necesidades más imperiosas; así algunas mujeres dieron a luz durante el espectáculo, y muchos espectadores, cansados de escuchar y aplaudir, saltaban furtivamente por las murallas de la ciudad, cuyas puertas estaban cerradas, o incluso fingían estar muertos para que los sacasen".
Con el tiempo la cítara evolucionó, aunque su nombre y fama la han recogido diferentes autores de la literatura universal.
He aquí unos ejemplos muy hermosos que hablan de las sensaciones que proporciona el escuchar las notas que fluyen de dicho instrumento musical.
A. Trollope. Noviazgo y matrimonio. Cuentos: Lotta Schmidt:
"Lector, has escuchado alguna vez una cítara. Cuando se toca como algunos músicos lo hacen en Viena, combina las notas más melodiosas de la voz humana. Canta el amor, y luego llora sus desengaños, hasta que nos invade una melancolía de la que no podemos escapar, ni deseamos escapar jamás. Nos habla como ningún otro instrumento sabe hacerlo, y nos revela con maravillosa elocuencia toda la tristeza en que se deleita. Derrocha amargura, y nos empuja a recrearnos en la plenitud de aquel tormento imaginario y a comprender los misteriosos placeres del amor como no sabrían hacerlo las palabras. Mientras las notas están vivas, mientras la música sigue en el aire, el oído llega a codiciar con avidez cualquier insignificante matiz que salga del instrumento, y el más tenue sonido del exterior se convierte en una ofensa. Las notas bajan y bajan cada vez más, con su suave y triste lamento de exquisito dolor, hasta que a los oyentes les asalta el temor de perderse algo en su lucha por seguir escuchando. Y les invade el miedo de que su sentido auditivo, sumido en una especie de letargo, deje fuera de su cerebro el último, más delicado y dulce de los compases, el tesoro más preciado de la música que han estado siguiendo con toda la intensidad de un prolongado deseo. Y, cuando la cítara enmudece, queda un maravilloso recuerdo unido a un profundo pesar".
Víctor de la Guardia y Ayala en La política del mundo:
los caprichos de la suerte alcanza,
y cual sonora cítara de Orfeo
haga al mundo visible la mudanza;
y pues sólo morir es mi deseo
cúmplase con el llanto mi esperanza,
exhalando suspiros por momentos
que escriban mi dolor sobre los vientos".
Sirvan de final estos hermosos versos de Tibulo, II, 5, 1-4 en los que invoca a Febo portador de la cítara:
"Sé favorable, Febo, ingresa en tus templos un nuevo sacerdote:
preséntate aquí con tus cítaras y tus versos.
Ahora, que pulses con tu dedo las melodiosas cuerdas,
ahora te pido que inspires palabras a mis alabanzas"
Si queréis escuchar cuál es el sonido de una cítara, ver aquí.
Curate ut valeatis!
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