SOL NACIENTE- LEYENDO A LOS CLÁSICOS
Hace unos días dedicamos un artículo a Selene, la luna y para ser justos, no debemos olvidarnos de Helios, el sol.
"Comienza a cantar ahora, hija de Zeus, Musa Calíope, al sol resplandeciente, al que le engendró
Eurifaesa, la de ojos de novilla, al hijo de la Tierra y del Cielo estrellado. Hiperión, en efecto, desposó a la muy gloriosa Eurifaesa, su propia hermana, que le dio a luz hermosos hijos: Aurora de codos de rosa, la de hermosos bucles, Luna, y el infatigable Sol, semejante a los inmortales, que ilumina a los mortales y a los dioses imperecederos cuando conduce sus corceles.
Terrible es la mirada que hay en sus ojos bajo el aúreo yelmo, y brillantes los rayos que irradian esplendorosamente de él. Desde su cabeza, junto a sus sienes, las brillantes orejeras enmarcan un rostro encantador, que resplandece en la lejanía. Hermosos son la veste de fina labor que luce entorno a su cuerpo al soplo de los vientos, y, bajo el yugo, sus sementales, cuando, al detener el carro de aúreo yugo y los corceles, los lleva, inefable, al Océano a través del cielo.
¡Salve, soberano! Benévolo, concédeme una vida acorde a mis deseos. Tras haber comenzado por tí, celebraré la estirpe de los hombres de antaño, de los semidioses, cuyas gestas dieron a conocer los dioses a los mortales."
Eurifaesa, la de ojos de novilla, al hijo de la Tierra y del Cielo estrellado. Hiperión, en efecto, desposó a la muy gloriosa Eurifaesa, su propia hermana, que le dio a luz hermosos hijos: Aurora de codos de rosa, la de hermosos bucles, Luna, y el infatigable Sol, semejante a los inmortales, que ilumina a los mortales y a los dioses imperecederos cuando conduce sus corceles.
Terrible es la mirada que hay en sus ojos bajo el aúreo yelmo, y brillantes los rayos que irradian esplendorosamente de él. Desde su cabeza, junto a sus sienes, las brillantes orejeras enmarcan un rostro encantador, que resplandece en la lejanía. Hermosos son la veste de fina labor que luce entorno a su cuerpo al soplo de los vientos, y, bajo el yugo, sus sementales, cuando, al detener el carro de aúreo yugo y los corceles, los lleva, inefable, al Océano a través del cielo.
¡Salve, soberano! Benévolo, concédeme una vida acorde a mis deseos. Tras haber comenzado por tí, celebraré la estirpe de los hombres de antaño, de los semidioses, cuyas gestas dieron a conocer los dioses a los mortales."
Himno Homérico, XXXI
Valete!
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