¡GUARDATE DE LOS IDUS DE MARZO!
Ovidio, Fasti III, 696 y ss afirma que:
Podemos reconstruir el final de sus días gracias a Suetonio, Vida de los doce Césares, I, 76 y ss:
PREPARACIÓN DE
DÍAS ANTES AL ASESINATO
Pocos meses antes, cuando los colonos establecidos en la colonia de Capua por la ley Julia demolían unos sepulcros antiquísimos para levantar casas de campo y lo hacían con un gran esmero por el hecho de que al explorarlos encontraban numerosos vasos de factura antigua, se halló en la tumba en que, según la tradición, estaba enterrado Capis, fundador de Capua, una tabla de bronce escrita en lengua y caracteres griegos con el siguiente significado:
que en el momento en que se hubiesen desenterrado los huesos de Capis tendría lugar la muerte de un descendiente de Julo a manos de sus hermanos de raza, vengada luego con grandes desastres para Italia. Para que no se considere esta historia como un cuento totalmente inventado, tenemos como garantía de ella la autoridad de Cornelio Balbo, amigo muy íntimo dé César.
Unos días antes de su muerte, tuvo noticias de que las manadas de caballos, que había consagrado al río Rubicón al atravesarlo y dejado sueltas y sin guardián, rehusaban obstinadamente el pasto y vertían abundantes lágrimas.
Mientras él hacía un sacrificio, el arúspice Espurina le aconsejó también que se guardara de peligro que no se aplazaría más allá de los idus de marzo. La víspera de estos mismos idus, unas aves de diferentes especies se lanzaron, desde un bosque cercano, en persecución de un pájaro reyezuelo que, llevando una rama de laurel, penetraba en la curia de Pompeyo, y lo despedazaron allí mismo.
Es más, la noche que precedía al día del crimen el propio César se vio a sí mismo en sueños, unas veces volando por encima de las nubes, otras estrechando la diestra de Júpiter;
por su parte, su mujer Calpurnia se figuró que se derrumbaba el techo de la casa y que su marido era asesinado en sus brazos; y de improviso las puertas del dormitorio se abrieron solas.
DE CAMINO AL SENADO
Debido a estos presagios, y también al mal estada de su salud, estuvo largo tiempo dudando si quedarse en casa y aplazar los asuntos que tenía pensado tratar en el Senado; pero al fin, como Décimo Bruto le exhortaba a no defraudar a los senadores, que, en gran número, le esperaban desde hacía tiempo, salió de casa aproximadamente a la hora quinta; a su paso, un individuo le tendió un escrito que delataba la conjura, pero César lo juntó con las demás peticiones que llevaba en la mano izquierda, como para leerlo más tarde. Luego, después de haber sacrificado muchas víctimas y en vista de que no podía con seguir presagios favorables, entró en la curia despreciando el escrúpulo religioso, riéndose de Espurina y acusándola de farsante, porque los idus de marzo habían llegado sin que a él le sobreviniera ningún mal, aunque aquél replico que, efectivamente, habían llegado, pero que no habían pasado.
En él momento en que tomaba asiento, los conjurado,, le rodearon so pretexto de presentarle sus respetos, y en el acto Tilio Cimbro, que había asumido el papel principal, se acercó más, como para hacerle una petición, y, al rechazarle César y aplazarlo con un gesto para otra ocasión, le cogió de la toga por ambos hombros; luego, mientras César gritaba «¡Esto es una verdadera violencia!», uno de los dos Cascas le hirió por la espalda, un poco más abajo de la garganta. César le cogió el brazo, atravesándoselo con su punzón, e intentó lanzarse fuera, pero una nueva herida le detuvo. Dándose cuenta entonces de que se le atacaba por todas partes con los puñales desenvainados, se envolvió la cabeza en la toga, al tiempo que con la mano izquierda dejaba caer sus pliegues hasta los pies, para caer más decorosamente, con la parte inferior del cuerpo también cubierta. Así fue acribillado por veintitrés puñaladas, sin haber pronunciado ni una sola palabra, sino únicamente un gemido al primer golpe, aunque algunos han escrito que, al recibir el ataque de Marco Bruto, le dijo: «¿Tú también, hijo?». Mienras todos huían a la desbandada, quedó allí sin vida por algún tiempo, hasta que tres esclavos lo llevaron a su casa, colocado sobre una litera, con un brazo colgando.
EPÍLOGO
César dejó en algunos de sus parientes la sospecha de que no había querido vivir más ni puesto interés en ello porque, al parecer, no gozaba de buena salud, y de que por esa razón había despreciado los presagios de los sacrificios y las advertencias de sus amigos. Hay quienes creen que la causa de que suprimiera incluso las guardias de hispanos que lo escoltaban armados con espadas fue su total confianza en aquel último decreto del Senado y en el juramento de los senadores.[…]
Durante su última enfermedad, había hecho ciertas indicaciones concernientes a sus funerales, había manifestado su aversión por una muerte tan lenta y sus deseos de que la suya fuera súbita y rápida; pero, además, la víspera de su asesinato, en la conversación que se entabló durante la cena en casa de Marco Lépido sobre cuál era la muerte más agradable, había dado su preferencia a una muerte repentina e inesperada.
Plurimam salutem!
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