miércoles, octubre 25, 2006

FABULA- LA MAGA CIRCE



El poeta griego Homero nos narra en el canto X de la Odisea la aventura de Odiseo (Ulises) con la maga Circe.

"Así llegaron a Eea, la isla en la que habitaba la poderosa hechicera Circe, hija de Helio y de la oceánide Perse. Desembarcaron todos, pusieron la nave en seco y, de lo desfallecidos que estaban, se tendieron en la arena y durmieron durante dos días seguidos.[…] Echaron a suertes a qué grupo le correspondería salir de exploración, y le tocó al de Euríloco, que emprendió la marcha con veintidós compañeros. La tropa de Euríloco avanzó por valles y montañas, cruzó bosques y torrentes, hasta llegar a un valle cerrado, en el centro del cual se alzaba un palacio de piedra. De allí provenía el humo que Ulises había vislumbrado. El valle entero era un jardín maravilloso por el que corrían libremente leones y lobos de las montañas, los cuales, lejos de tratar de atacar a los aqueos, los recibieron alegremente y moviendo la cola, como hacen los perros cuando ven llegar a su amo. Y ellos, desconcertados por el recibimiento de las fieras, se quedaron inmóviles en el umbral, sin saber qué hacer. Del interior del palacio les llegaba la melodía de una canción, y adivinaron la silueta de una mujer, Circe, que trabajaba ante un telar.
Polites, uno de los que Ulises más apreciaba y que tenía fama de hombre prudente y juicioso, tomó entonces la palabra:

-"Amigos, aquí dentro está una mujer que hace un bello tejido entre hermosas canciones. Llamémosla: sea diosa o mortal, ¿qué mal podemos temer de ella? "

E hicieron lo que Polites decía. Enseguida, Circe salió a la puerta y, muy amablemente, los invitó a pasar al interior del palacio. Ellos accedieron a entrar, pero Euríloco, en el último momento, temió que pudiese tratarse de una celada y se escondió.

El resto del grupo entró sin recelo en el palacio de la hechicera, quien les ofreció un plato de bienvenida hecho con harina, miel y queso, y les dio a cada uno una copa de vino.
Pero el vino estaba mezclado con drogas que llevaban a quien lo bebía al olvido de su patria. Tan pronto como hubieron bebido, Circe los tocó con su varita y, en un abrir y cerrar de ojos, se convirtieron todos ellos en cerdos, conservando, sin embargo, el pensamiento y el espíritu humanos. La hechicera los llevó entonces a sus pocilgas y les dio para comer bellotas, fabucos y otras cosas de las que suelen darse a los cerdos.

Al ver que pasaba el rato y sus compañeros no salían, Euríloco se temió lo peor y volvió a todo correr al barco para pedir auxilio. Y cuando llegó y se encontró ante Ulises y los demás, no se sintió con fuerzas para hablar, y sólo era capaz de llorar y suspirar, abrumado por las numerosas penalidades que habían tenido que soportar todos ellos. Finalmente, sin embargo, halló las palabras adecuadas para responder a las preguntas que los demás navegantes, ansiosos, le hacían.

Ulises, al saber que sus hombres habían desaparecido, se cargó al hombro la espada de bronce claveteada de plata.[...]

El rey de Ítaca se puso en camino por bosques y montañas, alejándose de la mar. Y ya estaba llegando al palacio de Circe, cuando se le apareció Hermes, bajo la apariencia de un adolescente de bella figura, y le dijo:


-"¿Adónde vas, desventurado, errando por estas tierras? Los compañeros que buscas están en el palacio de Circe, encerrados en las cochiqueras, convertidos en cerdos. Sin ayuda, no tienes posibilidad alguna de salvarlos; al contrario, acabarás como ellos. Pero no te preocupes, pues deseo ayudarte.

Toma esta hierba: es la hierba moly, de flores blancas y raíces negras, que sólo los dioses podemos arrancar. Cómela y te hará inmune a la ponzoña embrujada. Cuando Circe te ofrezca la copa fatal, tú bebe sin miedo. Y cuando ella se acerque y te toque con la varita, saca la espada y salta hacia ella como si quisieses matarla. Entonces, aprovechando su espanto, hazle jurar que no urdirá más males contra ti ni contra los tuyos, y oblígala a desencantarlos."

Ulises hizo todo lo que el mensajero de los dioses le había dicho. Llegó al palacio de Circe y la llamó desde el umbral. Al instante salió a la puerta la diosa de las largas trenzas, y lo invitó a pasar, tal como había hecho con sus compañeros. Lo hizo sentarse en un asiento suntuoso, de cuero claveteado con plata, le puso a los pies un escabel y le ofreció la copa de vino mezclado con veneno.

Ulises bebió tranquilamente, y en cuanto dejó la copa, Circe se acercó a él y lo tocó con la varita diciendo:
-"¡Vete ahora a la pocilga con los otros cerdos! "

Inmediatamente, Ulises, a quien la hierba moly había protegido del encantamiento, desenvainó la espada y se precipitó sobre Circe, con ademán de querer matarla.

-"¡Detente, extranjero! -gritó ella aterrorizada-. ¿Quién eres tú, que has sido capaz de resistir a mi magia? ¿Acaso eres aquel Ulises cuya llegada desde Troya me profetizó el dios Hermes en el pasado? Venga, devuelve la espada a la vaina y quedémonos en paz."

Circe lo juró solemnemente, y sólo entonces aceptó Ulises su hospitalidad. La hechicera le ofreció un baño caliente, ungüentos y una túnica limpia, y a continuación lo invitó a comer algo, pero Ulises no quiso tomar alimento alguno hasta haber visto de nuevo con figura humana a sus compañeros.

Entonces, Circe lo acompañó a las pocilgas y, una vez allí, frotó a los cerdos con un nuevo ungüento. Al instante, recobraron la forma humana, y no sólo eso, sino que salieron del encantamiento rejuvenecidos y más bellos".


Adaptación del canto X de la Odisea de P.
J. Hernández
Y colorín, colorado...
Curate ut valeatis!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Charo la fabula es preciosa, te agadeceria que me facilitases los nombres de libros o paginas en internet de donde sacar estas preciosas historias. Mil besos.

Charo Marco dijo...

Perfecto, ya te diré dónde puedes encontrar información. Cada semana tendremos una fábula en nuestro blog.
Besos